Almudena habla con espontaneidad y entusiasmo. Nos habla,
sobre todo, de su experiencia como lectora; y es que en esta semana del libro,
los protagonistas son los lectores. Salpica la charla de anécdotas y
recuerdos emotivos de su adolescencia,
haciéndose más entrañable y cercana. Enseguida se gana la atención e interés de
los asistentes y el silencio se extiende hacia el fondo.
Se declara lectora empedernida desde los ocho años. Lee muy
pronto a Agatha Christie, a Siménon; y
en las largas vacaciones de verano, en la casa familiar, descubre a Galdós y se
entusiasma con él. Evoca el impacto que le produjo la lectura de Tormento,
con aquella extraña y oscura atracción del personaje del cura por la
joven huérfana; algo que hoy día llamaríamos acoso, pero que en aquel
entonces no tenía nombre, nos dice.
La lectura, proclama, nos permite vivir más intensamente,
porque también vivimos las vidas de otros.
Después nos habla de su compromiso social, lo que la lleva a
escribir en los medios y publicar la columna que anteriormente escribía un gran
maestro suyo, Vázquez Montalbán. Sucederle, nos dice, fue un orgullo, pero
también un reto. Consciente del privilegio que supone para un escritor difundir
su forma de pensar, pero también consciente de la responsabilidad que entraña
el poder influir en la opinión de los demás, decide ser portavoz de lo que
piensa la sociedad, de sus necesidades y derechos. Por eso cree que en estos momentos “ la
única opinión sensata y razonable ante los recortes es seguir resistiendo,
diciendo que no”.
Almudena contesta ahora a nuestras preguntas: cuándo empezó
a escribir, cómo decide ser escritora, cuáles son sus autores favoritos, por
qué ha pasado de la literatura erótica a otra más comprometida con la historia…
Nos confiesa que
lleva escribiendo desde los trece años. En aquellas monótonas e interminables
tardes de domingo, mientras el abuelo, padre y tíos veían el fútbol, ella
decidió escribir cuentos, aunque siempre quedaban inconclusos porque antes
terminaba el partido.
Escribe, dice, porque lo que más le gusta es leer, y a los
lectores les pasa como a los amantes del fútbol, que terminan imitando a sus
ídolos y soñando ser como ellos.
Tiene muchos escritores favoritos, además sus gustos han
cambiado con el tiempo, pero, entre todos, reconoce la perfección de las obras de Vargas Llosa; confiesa que le
encanta leer a Coetzee, novelista sudafricano, galardonado en 2003 con el
Premio Nobel de literatura. Y, desde luego, señala a Galdós como el escritor
que más ha influido en su carrera. “Él me ha enseñado a escribir”, nos dice con
convicción.
Asegura que siempre ha escrito sobre lo mismo: los
conflictos sentimentales y laborales. Lo que cambia en su carrera es el enfoque
temporal. Empieza escribiendo en “Las edades de Lulú” sobre su presente: la
juventud femenina de los ochenta en el cambio de la dictadura a la democracia, sus ansias de libertad, de experimentar. Este
libro es la “crónica sentimental de una generación”. Después se fue alejando en
el tiempo, acercándose en sus novelas a la vida que conocieron sus abuelos, tan
distinta a la que vivieron sus padres en
una España franquista que “dejó de existir”. Desde los trece años se
sintió atraída y fascinada por la libertad que disfrutaron sus abuelos y que no
conocieron sus padres. Y ese contraste está en sus novelas.
Sergio, un alumno de 3º, le pregunta con espontaneidad por
qué ese interés suyo por la enseñanza pública si puede permitirse para sus
hijos la privada. Almudena le contesta con franqueza: “por convicción”. Apuesta
por la calidad de la pública y por su realidad plural, tal como es la sociedad.
Acabar con la enseñanza pública, concluye, es “una barbarie”.
Suena el timbre y Almudena se despide. Los alumnos mantienen
durante unos segundos más el silencio, antes de aplaudir. Después se abren las
puertas y veo a varios alumnos de 2º en la entrada; están esperando con libros
en las manos para que los firme la autora. Sus miradas tímidas e ilusionadas me
provocan una honda ternura. Entonces recuerdo una frase de la escritora: “La
única opinión sensata y razonable ante los recortes es seguir resistiendo,
diciendo que no”.
Gracias, Almudena por tus libros; gracias también por tu
apoyo. Seguiremos luchando por una enseñanza de calidad para todos, porque el
conocimiento nos hace más poderosos.
Marifi Roldán. Profesora del Departamento de Lengua y Literatura
Marifi Roldán. Profesora del Departamento de Lengua y Literatura
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