jueves, 3 de mayo de 2012

Semana del libro (11): CRÓNICA DEL ENCUENTRO CON ALMUDENA GRANDES

Son las 13.30 de la tarde de este jueves de finales de abril tan especial. El salón de actos del instituto está lleno a rebosar. El acto, encuentro con la escritora Almudena Grandes: El escritor y su conciencia, estaba en un principio pensado para los alumnos de 1º de bachillerato, pero aquí están también los de 4º, y los de 3º. Todos expectantes, y agradecidos a esta gran escritora comprometida con la educación pública, que ha acudido desinteresadamente y con ilusión a nuestra llamada.

Almudena habla con espontaneidad y entusiasmo. Nos habla, sobre todo, de su experiencia como lectora; y es que en esta semana del libro, los protagonistas son los lectores. Salpica la charla de anécdotas y recuerdos  emotivos de su adolescencia, haciéndose más entrañable y cercana. Enseguida se gana la atención e interés de los asistentes y el silencio se extiende hacia el fondo.
Se declara lectora empedernida desde los ocho años. Lee muy pronto a Agatha Christie, a Siménon;  y en las largas vacaciones de verano, en la casa familiar, descubre a Galdós y se entusiasma con él. Evoca el impacto que le produjo la lectura de Tormento, con aquella extraña y oscura atracción del personaje del cura por la joven huérfana; algo que hoy día llamaríamos acoso,  pero que en aquel entonces no tenía nombre, nos dice.
La lectura, proclama, nos permite vivir más intensamente, porque también vivimos las vidas de otros.
Después nos habla de su compromiso social, lo que la lleva a escribir en los medios y publicar la columna que anteriormente escribía un gran maestro suyo, Vázquez Montalbán. Sucederle, nos dice, fue un orgullo, pero también un reto. Consciente del privilegio que supone para un escritor difundir su forma de pensar, pero también consciente de la responsabilidad que entraña el poder influir en la opinión de los demás, decide ser portavoz de lo que piensa la sociedad, de sus necesidades y derechos. Por eso cree que en estos momentos   la única opinión sensata y razonable ante los recortes es seguir resistiendo, diciendo que no”.
Almudena contesta ahora a nuestras preguntas: cuándo empezó a escribir, cómo decide ser escritora, cuáles son sus autores favoritos, por qué ha pasado de la literatura erótica a otra más comprometida con la historia…
Nos confiesa  que lleva escribiendo desde los trece años. En aquellas monótonas e interminables tardes de domingo, mientras el abuelo, padre y tíos veían el fútbol, ella decidió escribir cuentos, aunque siempre quedaban inconclusos porque antes terminaba el partido.
Escribe, dice, porque lo que más le gusta es leer, y a los lectores les pasa como a los amantes del fútbol, que terminan imitando a sus ídolos y soñando  ser como ellos.
Tiene muchos escritores favoritos, además sus gustos han cambiado con el tiempo, pero, entre todos, reconoce la perfección de  las obras de Vargas Llosa; confiesa que le encanta leer a Coetzee, novelista sudafricano, galardonado en 2003 con el Premio Nobel de literatura. Y, desde luego, señala a Galdós como el escritor que más ha influido en su carrera. “Él me ha enseñado a escribir”, nos dice con convicción.
Asegura que siempre ha escrito sobre lo mismo: los conflictos sentimentales y laborales. Lo que cambia en su carrera es el enfoque temporal. Empieza escribiendo en “Las edades de Lulú” sobre su presente: la juventud femenina de los ochenta en el cambio de la dictadura a la democracia,  sus ansias de libertad, de experimentar. Este libro es la “crónica sentimental de una generación”. Después se fue alejando en el tiempo, acercándose en sus novelas a la vida que conocieron sus abuelos, tan distinta a la que  vivieron sus padres en una España franquista    que “dejó de existir”. Desde los trece años se sintió atraída y fascinada por la libertad que disfrutaron sus abuelos y que no conocieron sus padres. Y ese contraste está en sus novelas.
Sergio, un alumno de 3º, le pregunta con espontaneidad por qué ese interés suyo por la enseñanza pública si puede permitirse para sus hijos la privada. Almudena le contesta con franqueza: “por convicción”. Apuesta por la calidad de la pública y por su realidad plural, tal como es la sociedad. Acabar con la enseñanza pública, concluye, es “una barbarie”.
Suena el timbre y Almudena se despide. Los alumnos mantienen durante unos segundos más el silencio, antes de aplaudir. Después se abren las puertas y veo a varios alumnos de 2º en la entrada; están esperando con libros en las manos para que los firme la autora. Sus miradas tímidas e ilusionadas me provocan una honda ternura. Entonces recuerdo una frase de la escritora: “La única opinión sensata y razonable ante los recortes es seguir resistiendo, diciendo que no”.
Gracias, Almudena por tus libros; gracias también por tu apoyo. Seguiremos luchando por una enseñanza de calidad para todos, porque el conocimiento nos hace más poderosos.

Marifi Roldán. Profesora del Departamento de Lengua y Literatura

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